Por aquel tiempo yo ya no tenía confianza en los hombres poderosos. Sabía que no hacían nada para mejoría de la justicia, por la paz de todos los pueblos y por la hambruna y miseria en la que iban cayendo muchos países y solo se conmovía cuando salían imágenes de escandalizar, en televisión, después el olvido; no sé si porque no podían, no sabían o no querían, o por si había algo o alguien más poderosos que ellos, que regían a su intereses el mundo mundial, Se decía que estaban en las sombras y los dirigían por el camino que tenían que llevar al mundo; cierto o no; pero el hombre humilde siempre lleva sus consecuencias, o sea las de perder.
Y como yo no me resignaba a ser un juguete roto, como se dice hoy en día a todo fracasado, yo y todos los hombres sin nombre, aunque lo tuviéramos y sonara fuerte en nuestro corazones; pero solo en ellos, los demás como si no existiéramos, pues siempre iban a lo suyo, como esos monos de imitación, haciendo oídos sordos a las quejas, taparse los ojos para no ver nada y ser mudos ante tantas miserias, tantas trampas y tantas injusticias, como si no fuera con ellos y allá ellos o sea los otros, siempre los culpables.
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Pintura de Jimeno de Lahidalga |
El humano es así y lucha y lucha y sigue luchando y así hasta el final de su vida, sino no habría tantos libros, tantos cuadros y tantas artes desconocidas y quejándose a gritos, en sus rincones, aunque nadie les oiga y muchos van enriqueciendo estanterías, museos y hasta bibliotecas, en silencio, aunque nadie sepa sus nombres y no consten en enciclopedias.
Como estos cuentos están escritos con las antiguas máquinas de escribir Olivetti, u otras marcas del mismo sistema, que si fallabas en una letra, allí quedaban sus marcas imborrables, o sus borrones, que afeaban el escrito y lo desprestigiaba, cuantas veces por no repetir páginas y páginas para que no fuesen cuentos sin nuca acabar, aunque tuviesen su principio y su final. Y éste es uno de ellos pasado hoy, año 2012, a ordenador y veré si corrijo arista o queda tal y como fue escrito, ese es mi deseo, aunque nunca sea publicado.
Con el corazón en los pies: clicando en este enlace podrás leer el cuento.