domingo, 11 de febrero de 2018

sábado, 10 de febrero de 2018

Invierno

   Rebuscando entre mis escritos he encontrado estos poemas escritos hace unas décadas dedicados al invierno.

     CONCLUSIÓN
Pintor Jimeno de Lahidalga

La nieve cae fría y hiela el alba,
más frío recalas tú,
en mi alma.
Las sombras de la noche
tu rostro vela.
Las sombras de mi alma
tú me las entregas.
El frío del invierno entumece
tus pensamientos.
El frío de tu sentimiento
hielan mis padecimientos.
Si al frío del invierno
lo vence la primavera,
mi ocaso de este momento
lo vencerá el tiempo.
                                     22-1-1973




      TRILOGÍA DE LA VISIÓN DE UN PUEBLO EN INVIERNO

Pintor Jimeno de Lahidalga

MIRADA RETROSPECTIVA

Hoy recuerdo con nostalgia
la visión
      de las aldeas,
luciendo casitas blancas,
     pequeñas,
       estucadas,
ramilletes de un pueblo,
      recóndito,
     callado,
y morada de hombres
       afanosos,
     ilusionados,
cobijos de recuerdos,
       apiñados,
      apretados;
la cuna de los sueños
       en ideas
        lanzadas.
Los recuerdos y los sueños,
       marchitados,
       no logrados,
revisten con penumbras
       los muros
       y tejados
de las casa antes blancas,
      impolutas,
      y bellidas,
ramilletes de los pueblos
      con sus gentes
      antes fueron
y con sus vidas afanosas
     de inquietudes
      y ansiedades.
Hoy son una estampa negra,
        con sus muros
          desgajados,
convertidos en ruinosas
       son sus casas
         desoladas.
Como pueblos abandonados
         yacen quedo,
         sin suspiros.
Y a su vista el peregrino
         siente frío,
      no halla alivio.
Es la sombra de los pueblos
        lo que queda,
       lo que agobia
y esas casas tan pequeñas,
       estucadas,
    bien cuidadas,
ramilletes de los pueblos
      son fantasmas,
       solo sombra,
con ventanas bien tapiadas
       y las puertas
    semi derrumbadas.
Solo sombra de un pasado son ahora,
       luce un rostro
         demacrado.
Adiós pueblo, adiós vidas
       y los bueyes,
        los rebaños.
Adiós bucólicos campanarios,
        los cipreses
      y camposantos.
                                      26-9-77

HOMENAJE A LOS ANCIANOS DE LOS PUEBLOS

Allá al fondo veo un pueblo,
en un puño sus casas lo han formado,
con su iglesia en lo alto y los muros
y las verjas del camposanto.
En lo hondo del invierno son casas entristadas,
sus murales carcomidos resbalando el agua a raudales.

Por las grietas de sus ventanucos entra el frío,
entra el drama por las venas de esas vidas
olvidadas en las entrañas de la tierra,
vivientes desterrados de un mundo en creciente.
Son sus gentes tan curtidas y cansadas,
por los años avejentadas y por las duras jornadas,
esperando la hora amarga de la parca llamada
que al otro lado del muro les acecha.

Con sus frentes plateadas y sus males,
compañeros de sus días parcos y en sosiego;
como esperando al alba yacen presos
en las redes de sus enfermedades, que los años
como premio a sus fatigas les ha regalado,
como premio a sus entregas a la tierra, esmeril de sus vidas.

Hoy las casas de esos pueblos habitadas por ancianos,
tristes panzas representan, que por fuera piedras negras
las enlucen y por dentro pobres viejos, yacen prestos
con sus negras vestiduras, a entregar sus restos
a esa tierra mortecina que forman esas aldeas
en soledad devenidas, por transvase de sus gentes.

Tristes casas pueblerinas que perdieron su patina;
triste visión de los pueblos en invierno,
y tristes ancianos que habitan quedo…muy quedo.
                                                                    26-9-77

EL INVIERNO EN LOS PUEBLOS

Una visión desolada de un pueblo callado,
como dormido bajo el manto opaco de la invernada;
por fuera el dramatismo acre de sus muros
y soledad en las ventanas selladas.

Parecía que dentro de aquellas mansiones
cerradas y grisáceas, habitaban gentes tristes,
como la visión desolada de aquellas casas grises,
dramáticas y solitarias bajo un cielo acre,
sobre un campo mortecino y sobre unas calles
desabitadas y en silencio absoluto y una paz
crepuscular que escalofriaba el ambiente.

Esa era la impresión que produce
la contemplación de aquellas casas,
en aquel núcleo apiñado de piedras viejas
y aquellos muros cerrados que circundaban
huertos y casas del pueblo formado
con la torre inhiesta de la iglesia y el campanario.

Eran como una estampa muerta
más que como vidas que habitasen dentro.
Triste me pareció el pueblo en invierno
y la campana en lo alto de la torre de la iglesia
callada…callada…

como el silencio de aquel entorno,
de aquellos campos muertos de invierno
y las casas en su enjambre de mortaja;
así asemejaba esa visión desolada, que por dentro
habría vida, alma y pechos que palpitaban
y también paz, amor y dolor, y sobre todo luz y calor,
aunque fuera con un candil en un tiempo
y gentes que hacían vibrar a los pueblos
y dar cosecha y color y flor en verano.

Pero en invierno, como la campana de la iglesia
Callada…callada…
                                                          27-9-77